jueves, 14 de octubre de 2010

Si no tienes coche... coge el tren

Comer en casa está muy bien, siempre es divertido pero... ¿a quien no le gusta comer fuera de casa, aunque sea en el Burguer King?

Sí pues mi primera "juerga" callejera no fue precisamente en una tumbona frente al mar, pero no podía haber más morbo. Salíamos a cenar...eh al Burger King creo. Perdemos el tren, toca esperar. Nadie mira, es de noche, hace calor en la calle. Un beso, inocente, seguido de otro que no lo es tanto. Me mira el escote. Me pone que me mire el escote. Él lo sabe y me empotra contra la pared comiéndome los pechos como un perro muerto de hambre. Mis manos cobrando vida propia empiezan a introducirse por sus pantalones, sus calzoncillos. Saco su pene, lo miro. YO TAMBIÉN TENGO HAMBRE. En tren va a llegar, y no acaba. Se oye de lejos, cada vez más alto. De menos a más acompaña su jugosa eyaculación.

Sexo y amor... ¿QUÉ?

El sexo y el amor son dos conceptos diferentes que muy rara vez se dan la mano. El sexo es divertido, pero es un contrato. Yo juego si tu juegas, yo te doy si tú me das. Es un juego genial siempre que sepamos distinguirlo del amor.

Hacer el amor es algo radicalmente distinto, consigue que solo un tirante deslizándose, o una mirada penetrante hagan que quieras llevar al cielo a esa persona. La parte más bonita del sexo es verle disfrutar. Sigues queriendo probar de todo, hacer de todo, pero con él.

Ambas opciones son buenas para disfrutar de nuestro cuerpo, pero siempre teniendo clara la diferencia.

viernes, 18 de junio de 2010

La Primera vez que...

...un mecánico revisó mi tubo de escape (eufemismo de sexo anal)

Alucinante. El gran tabú en mi cuadrilla, lo que nunca haríamos, lo más degradante. En un día se convirtió en la sal necesaria de una cena perfecta.

No era su primera vez, pero lo hizo lentamente para que yo no me asustará. No lo consiguió, es de todas las primeras veces, la que más miedo tuve. No sabía que sentía, no sabía si me estaba gustando, no sabía si era dolor o era placer.

Me di cuenta cuando le suplique que lo volviera a hacer. Lo peor de esta primera vez es el gran tabú que acarrea. El miedo a que a él le desagrade hacerlo. Superar ese tabú fue mi gran liberación, supuso abrirme de puertas (o de piernas) a todo lo que quisiera probar. Sin miedos ni complejos.

El primer beso negro fue algo parecido, de hecho hasta la tercera vez que me lo hizo no asumía que me gustaba. Ahora no me llega con el clítoris y la vagina. Ya lo dicen, no hay dos sin tres.

Ponme la mano aquí

Navidades, 2009

Las féminas de mi familia me hacen un regalo muy acorde con mis gustos. En un paquetito descubro un conjunto de sujetador, braguita y liguero con unas medias a juego. En el segundo paquetito me encuentro una auténtica oda al onanismo plasmada en 214 páginas de texto e ilustraciones. Su título es: Ponme la mano aquí: Una odisea sideral, psicosexual y femenina.

La autora de esta excitante obra es Sandra Uve, y nadie mejor que ella para explicar de que trata este libro, así que aquí os dejo unos vídeos de la presentación de su libro en el programa de Buenafuente.

http://www.youtube.com/watch?v=aB8JqbXXgk8
http://www.youtube.com/watch?v=uGBs7UzCiwE

Me parece digno de recomendar porque no es un libro didáctico, es un libro divertido, que nos ayuda a aprender de nosotras y nosotros mismos. Ideal para ponerse a tono.

La Primera vez que...

...tuve un orgasmo con ÉL


No era ni la primera vez que tenía sexo con un hombre, ni la primera vez que disfrutaba del sexo. Pero no tuve conciencia hasta aquel día de lo que significaba ponerle la guinda al pastel de una noche de pasión. Sigo sin creer que el orgasmo es el único objetivo del sexo, me quedo con el antes, pero reconozco que después de aquella vez, creo un poco más en el Dios del Orgasmo. Tuve la suerte de estar con un chico entregado y que a su vez sabía respirar por la nariz (parece fácil, pero muchas cosas parecen fáciles como desabrochar un sujetador y para algunos puede ser un auténtico reto. He visto ingenieros que les cuenta menos sacarse la carrera que aprender el mecanismo de un sujetador o de un liguero).

Media hora (no me gusta mirar el reloj mientras que tengo sexo, pero se merece un reconocimiento) llevaba comiéndome hasta las entrañas cuando empecé a sentir una especie de calambrazos (de placer) que comenzaban en mi clítoris y iban ascendiendo hasta mi ombligo. Mis muslos empezaron a presionar su cara y comencé a estremecerme. No sabía lo que estaba pasando. No podía parar de decir su nombre entre gemidos, sentía que iba a explotar. Le suplique que siguiera, le grite que me iba a correr. Y se acabó. Mis músculos cobraron vida propia (o eso creo porque deje de sentirlos). Toda mi sangre estaba concentrada en el mismo lugar. No podía hablar, no podía moverme. Aún así, el siguió escéptico hasta que apreció las consecuencias de mi gran orgasmo en su cuello y en su pecho.

He de decir que orgasmo como aquel, no he vuelto a sentir nunca, ni sola, ni con mis juguetitos que tan gran equipo formamos juntos. Esta sí fue una primera vez legendaria.

La Primera vez que...

...“hice el amor” (Eufemismo de coito, todo muy peliculero)


Las primeras veces son siempre inolvidables, aunque a veces pensemos que sería mejor olvidarlas. Es un tópico pero esta es la gran primera vez de todas las primeras veces. Desde niñas nos inculcan la gran importancia de ella, nos obligan a buscar el hombre adecuado, el lugar, el momento...para que todo sea perfecto. Nunca he visto tanta gilipollez junta en un mismo concepto. La primera vez es una más, y lo normal, es que no sea la mejor.

He oído muchas historias de primeras veces, porque todas, aunque lo neguemos le damos importancia. He de decir que prácticamente todas mis amigas han tenido “la gran suerte” de hacerlo con alguien especial. Yo no.

Mi primera vez fue inolvidable. Patética también.

Hice un viaje en el que me aloje en un piso de estudiantes de una amiga de toda la vida, como en todos los viajes tenemos a la típica amiga que nos dice: “si allí tampoco pillas es que eres tonta”. Claro está, no puedes volver a casa sin haber pillado, por orgullo, por callar bocas, o por aburrimiento tal vez. La tercera noche, de las cuatro que estuve ya estaba, porque no decirlo, un pelín desesperada. Después de dos intentos fallidos vislumbre al fondo de un bareto al que sería el definitivo. Nos miramos y al segundo me enamoré (eufemismo de: se me cayeron las bragas).

La primera noche fue de lo más normal, así que me lo ahorro y vamos al tema: la segunda noche. Quedamos con sus amigos en la playa y casi sin haberle saludado, (el tiempo es oro) le pido que me lleve a su coche. Toda inocente le explico que es mi primera vez, cosa que no parece importarle (con tal de meter) y nos ponemos al tema. Ni pa dios, eso parecían las compuertas de un avión. Finalmente cambiamos de postura (la que se considera más adecuada, chica encima de chico, aunque en eso discrepo) y por fin consigo relajarme. Superada la prueba comenzamos a meternos ya de lleno en el tema cuando me dice: “No puedo”

Gran frase: “No puedo”. Fuera de contexto parece una frase sin importancia, pero al nivel de relaciones es del calibre de otras como “Tenemos que hablar” Normalmente cuando un hombre suelta está joyita de frase suele ser por dos razones: O bien porque tiene novia y le ha costado darse cuenta que tirarse a otra puede que no sea lo más ético, o bien no quiere enrollarse contigo por no hacerte daño. Pues no me cuadra, un poco tarde para acordarse de la novia y un poco pronto para poder hacerme daño. Tercera razón: gatillazo.

En ese momento saco la cosita arrugadita de dentro de mí, nos vestimos y nos quedamos esperando a que uno de los dos haga algo. Yo intento sacar una conversación para romper el hielo, pero eso ya es un iceberg. Pero no pasa nada, ya estaba el Titanic detrás nuestro en forma de Ford Focus. De ahí se acerco un chavalete preguntándonos si habíamos acabado ya, que necesitaba pasar y nuestro coche no le dejaba.

Inolvidable y patética sí, pero también original.

Hannibal el Caníbal

Gran película. A algunos les quita el sueño, a mí aquella noche me quitó las ganas de dormir.

Vuelvo al salón y está la luz apagada. Pensando que él ya se habría marchado para la cama entro a coger mi bolso. En ese momento sale de detrás de la puerta y me agarra por detrás. Le digo “¿Tienes ganas de jugar”, me dice que me calle. Acto seguido me sienta en el sofá y te ata las manos con una cuerda. Me pone un trozo de cinta adhesiva y se marcha del salón cerrando la puerta. Vuelve abrirla minutos después y me doy cuenta de que ha apagado el resto de luces de la casa. No le veo, no se dónde está pero siento su olor. En ese momento oigo el sonido de un abridor destapando una cerveza. Me agarra y me tumba en el suelo. Siento la cerveza helada cayendo a chorros por mi cuerpo que está ardiendo. Me comienza a chupar y morder todo el cuerpo y acercándose a mi oreja me reproduce el sonido de dientes de Hannibal Lecter. Nunca he tenido tantas ganas de que me haga el amor en mi vida. Pero no opta por ello, prefiere introducir dentro de mí la boquilla del botellín de cerveza que me ha tirado por el cuerpo. Lo gira, lo saca, lo vuelve a meter. Me hace el amor con la botella.

¿Cómo no voy a tener pesadillas después de ver el Silencio de los Corderos?

Fantasías

Las fantasías son como los sueños, son irracionales, ilógicas, están llenas de parafilias ocultas que no debemos tratar de auto explicarnos, no tenemos que justificar porque nos gusta. Es como un sueño en el que no intentas explicarte porque sales de fiesta con la compañera de clase que peor te cae. La fantasía es igual, carece de sentido, es un error buscárselo.

En las fantasías todo vale, todo. Hay que dejar atrás tanta ñoñería Disney y dar rienda suelta a la imaginación.